Actualmente expuesta en el Museo del Louvre de París, la Muerte de la Virgen fue pintada por el italiano Caravaggio en 1606 en óleo sobre lienzo por encargo de Laerzio Cherubini, un abogado papal que quería poner la pintura en su capilla de la iglesia carmelita de Santa María della Scala, en el barrio del Trastevere (Roma).
La representación de la virgen causó tanto escándalo que fue rechazada como inadecuada para la parroquia, ya que no hay nada en este cuadro que revele la naturaleza sagrada del tema, y en su lugar se puso un cuadro sobre el mismo tema realizado por Carlo Saraceni. Luego, el cuadro abandonó Roma al ser comprado por el Duque de Mantua Vincenzo Gonzaga por 300 ducados. Años más tarde, lo compró Carlos I de Inglaterra, luego al banquero Everhard Jabach y en 1671 llego a manos del rey Luis XIV de Francia.
El centro de atención del cuadro es la figura de la Virgen María, representada de manera muy parecida a una mujer del pueblo, sin atributos místicos, evidenciándose su santidad sólo en el halo. Posee los pies hinchados y queda claro que es víctima de algún tipo de enfermedad. Algunos acusaron a Caravaggio de usar como modelo de la Virgen a una prostituta que murió ahogada en el río Tíber.
Al alrededor de la Virgen encontramos María Magdalena llorando sentada en una simple silla con la cabeza entre las manos y los Apóstoles entristecidos, pero no mediante expresiones exageradamente emotivas, sino ocultando los rostros. El hombre mayor a la izquierda puede ser San Pedro, y el que se arrodilla a su lado quizá sea Juan el Evangelista.
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